martes, 24 de abril de 2012


CUÉNTAME UNO DE  TERROR


¡Cuéntame uno de terror, así me duermo! Todas las noches me lo pedías. Yo tomaba la silla que había en tu habitación y me sentaba muy cerca de la cabecera de tu cama y antes que tu hermano mayor regresara de la facultad, comenzaba con el cuento.
No sé a qué te referías con eso de un cuento de terror, pero pensaba más bien  en que fuera uno de suspenso.
Habían recorrido varios kilómetros por un camino sinuoso…………y si tenemos suerte encontraremos a alguien que nos diga dónde estamos- dijo el conductor.
Yo seguía con la historia, mientras tú estabas inmóvil. Llevada por la curiosidad, hice silencio, entonces descubrí que dormías profundamente.
Por la mañana, te pregunté cuales fueron las últimas palabras que habías escuchado, y me respondiste _ dijo el conductor. Así fue cómo me enteré que el sueño te vencía en esa parte de la narración.
Si hay algo en lo que no pensé, hasta hoy, fue en escribírtelo tal como te lo conté por aquel entonces, incluso en ilustrarlo.
En una oportunidad, lo modifiqué para leérselos a mis compañeras de costura, en un recreo, para amenizar la tarde.
Voy a narrarte el original, comenzando por el final del último párrafo.

UN VIAJE MUY PARTICULAR

Por el espejo retrovisor, Rodolfo alcanzó a ver a la pareja de ancianos abrazados.

Ya divisaban las luces de su querida ciudad, cuando de repente vieron cómo una enorme tormenta de arena, comenzaba a cubrirla.


Después que la tormenta pasó, todo había desaparecido, frente a sus ojos.
Los tres estaban aterrorizados, no podían creer lo que habían vivido.
_Esto es una pesadilla, no nos puede estar pasando de verdad_ dijo Daniel.
Él siempre hacía bromas sobre experiencias extraordinarias, que la gente se animaba a contar por distintos medios.

Decidieron buscar auxilio y no pudieron dar con otras personas. Nuevamente se encontraron a las puertas de la mansión.
José comenzó a sentir frío, mucho frío y sus amigos también tiritaban. Todo a su alrededor estaba helado.


Unos días después, unas personas que viajaban en auto, se detuvieron antes de caer con él a un gran cráter. Se acercaron a pie a la orilla del mismo para intentar ver el fondo, pero éste era muy profundo.
Regresaron  a la ruta, y buscaron un camino alternativo. Después de recorrer unos kilómetros, la mujer preguntó_ ¿A dónde nos conduce este camino?_

Detrás de una reja, alcanzaron a ver a muchas personas que recorrían la estancia.
Se encontraban en el mismo lugar donde los jóvenes habían pasado la noche, durmiendo en las habitaciones, donde por la mañana, tuvieron ese extraño encuentro con un par de ancianos.
Pero de todo esto, ellos jamás se iban a enterar.
Esto es con lo que se encontraron. Una gran construcción  que parecía casi un castillo y varias estatuas. Todo era de hielo.
Lo curioso era que nadie podía explicar cómo en verano, el hielo no se derretía.




















Cuenta la leyenda, que en ocasiones, algunas figuras desaparecían. Mientras  que otras nuevas ocupaban su  lugar.











lunes, 23 de abril de 2012

LA PROTAGONISTA





SEGÚN PASAN LOS AÑOS


Esta no es una historia especial, es tan común que sólo te la cuento, para que te entretengas.
Hoy hace frío, la tarde está ideal para que tomes una taza de te,  
de café o unos ricos mates y leas mi cuento. Aunque lo puedes hacer cuando quieras y también compartirlo.
Hace mucho tiempo, la mamá gallina estaba muy feliz con sus pollitos, a los que cuidaba con mucha dedicación. No era algo extraordinario lo que hacía, porque cuando  miraba a sus vecinas, se comportaban igual. Cuando se reunían, no faltaba el comentario sobre sus polluelos y todas decían lo mismo. De cómo crecían y cómo se iban alejando cada vez más de ellas, que jugaban lejos de los nidos y no obedecían a sus llamados como antes.
La  principal tarea, a la que estaban dedicadas desde que sus hijitos rompieron el cascarón, era buscar la comida y comer en familia. Llevarlos a dar una vuelta y vigilar que por la noche, se acostaran todos temprano.
Pero esta gallina, descubrió con algo de tristeza que el tiempo se le estaba pasando muy rápido. Fue un día  en  el que estaba arreglando el nido, y ordenando un poco, cuando notó que ya no quedaban rastros de aquellas primeras y tiernas plumitas que un tiempo atrás, había guardado con mucho cuidado en un rincón del gallinero. En el silencio de la mañana lloró, deseando que nadie la hubiera visto.
 Pensaba si a todas le sucedía lo mismo y por la tarde, uno de sus hijitos le preguntó si estaba enferma, porque le parecía que había llorado. También sus vecinas le habían dicho que la veían un poco pálida, como demacrada y otras cosas  parecidas. Ella no quería hacer una confesión de su estado, porque temía que comenzaran a sacar todo tipo de conclusiones y que no hubiera coincidencia entre las mismas. Terminaría engañada o más derrotada de lo que se sentía.
Había tenido que aceptar la partida de su primer pollito, quien vivía en otra granja muy lejana. Se conformaba con saber que estaba muy bien y que era muy querido por todos allí. También su primera pollita se había independizado,  pues era  bastante audaz.
Y ahora, sospechaba que iba a tener que pasar por otro momento difícil. Su pequeño polluelo, había  salido por primera vez con sus amigos, con la promesa de volver a la hora de dormir. Pasaban los minutos y no regresaba. Como su hijita dormía profundamente y ella estaba tan nerviosa, caminaba de un lado a otro, tratando de no hacer bochinche
Finalmente, escuchó un ruido y acto seguido, apareció su polluelo muy sonriente y feliz. Ella lo saludó con naturalidad, tratando de disimular la angustia que se había apoderado de ella, hasta su llegada.
A la mañana siguiente, el clásico ¡Quiquiriquí, la despertó, pero esta vez, no era el viejo gallo el que cantaba. Se asomó y vio a su joven hijo.






ESTO PASA EN MENOS QUE CANTA UN GALLO.





http://www.youtube.com/watch?v=wtBXUG9udAA&feature=related                         















viernes, 20 de abril de 2012

Vamos camino al sur y que nos lleve el viento



DE RISAS Y LÁGRIMAS



Eran tiempos en que las mujeres, se dedicaban a las tareas del hogar, y como una norma preestablecida, también traer  niños al mundo.
Los pequeños, convertían a estas mujeres en verdaderas líderes de una civilización que avanzaba con el fin de poblar  cuanto lugar habitaban.
Sus días transcurrían entre las compras, las comidas, los pañales, los besos, abrazos, caricias, risas y lágrimas.
Gracias al temperamento aguerrido que sus maridos supieron infundirles, decidieron hacer un viaje a la Patagonia.
Hasta la fecha, sigue siendo un misterio el origen de tal determinación. Es de suponer que como habían cumplido con eficiencia todos los roles, un merecido descanso no estaba mal. Pudo haberse tratado de alguna fuga encubierta, para romper con la rutina.
No, definitivamente no comparto con usted la idea de que sus maridos ansiaban estar solos, para poder sentarse en el mullido sillón del living y poner los pies en la mesita ratona, encender el televisor y mirar hasta tarde la televisión con el volumen un poco alto. Y menos acepto que diga que soñaban con disfrutar ellos solos de la casa, sin niños y por lo tanto sin la ropa secándose en el respaldo de las sillas porque con la lluvia interminable de esos días, era imposible colgarla  en la soga del patio.
 De todas maneras, fueron ellos los que colaboraron y no se perdieron un solo movimiento de todos los preparativos .Analizando a la distancia tanta dedicación desinteresada….
Bueno, entre los asuntos serios a tratar, estaba el hecho de que era primordial que el auto estuviera a punto y qué mejor que sus maridos, expertos mecánicos trabajando contra reloj para dejarlo en perfectas condiciones; mientras sus compañeros tomaban mate, con una actitud de participación, que a cualquier director de películas se le hubiera erizado la piel de la emoción, al descubrir tan conmovedora escena.
Era un invierno muy frío, y a causa de ir y venir al por mayor (por no decir al cuete o al divino botón), dos términos que se usan en esta parte del mundo; es que la promotora de este periplo, se engripó. Con muy buenas intenciones fue a la casa de su amiga para comunicarle su estado y posponer el viaje; pero ésta la recibió anhelante, sólo quería escuchar la hora de la partida.
 Una gélida mañana, cuando todo estaba a oscuras, y sin testigos, las dos amigas partieron con sus respectivos pequeños hijos, luego de una prolongada despedida, donde comenzaron a hacer inútiles recomendaciones a sus maridos, que sonreían haciendo gestos afirmativos a todo lo que ellas decían.
 Desde el momento en que dejaron atrás las últimas casas de la ciudad donde vivían, la animosidad  crecía entre ellas y así recorrieron varios kilómetros como si se hubiera tratado de una salida para dar la vuelta a la manzana.
Los niños viajaban en la parte posterior del auto, los dos dormían, ocupando el asiento a modo de cuna, con sus pies casi enfrentados, sus cabezas apoyadas en sendas almohadas, que también cumplían la tarea de resorte, para que no se golpearan contra las puertas. Debe haber sido porque el auto los mecía, que el sueño de ellos se prolongó. Y aprovechando esta situación, las amigas charlaron sin cansancio, alternando la conversación con una mateada. Como había que conservar la higiene a causa de la gripe que seguramente tardaría en abandonar a Cecilia, su amiga hacía caer un chorrito de agua caliente en la bombilla, pero en el camino también habían curvas y en una de esas, el agua caliente fue a parar a una de las piernas de la conductora. La aflicción de Perla por el accidente, no demoró en manifestarse y llegó a su fin, casi en el momento en que se escuchaban las campanadas de una iglesia, marcando las doce. Era domingo y posiblemente, se trataba del llamado para la última misa de la mañana. A Cecilia le hubiera gustado asistir pero el viaje era largo y debía atender los reclamos y necesidades de todos. Ya era tiempo de hacer un alto en el camino.
 Sabían, que la mejor comida, se servía en los lugares donde los camioneros se detenían para almorzar o cenar, buscaron  una estación de servicio bien concurrida para disfrutar de unos buenos platos, recién elaborados. Prepararon a los niños y luego de ir al baño y asearlos, se ubicaron en una mesa.
Fue muy oportuno el momento para bajar del auto, porque a esas alturas, ya los chicos estaban un poco alterados a causa del encierro. Después del almuerzo, los niños jugaron  y todos se distendieron.
Luego de cargar nafta y  emulando a sus maridos, revisaron el aceite y el agua del radiador, y para cerrar  el círculo, también fijaron su atención en el aire de las cubiertas.
Habían dejado bien atrás a un cielo nublado y gris, la tarde estaba soleada y templada.
Retomaron el camino rumbo al sur pasando por varias localidades muy cerca una de la otra; más  adelante, les esperaba un tramo largo de ruta despoblada. Fue precisamente al abandonar  la última pequeña y pintoresca ciudad, después de consumir unas grandes tazas de café con leche y comer unas ricas facturas en una cafetería; que uno de los neumáticos se pinchó. Problema resuelto en teoría, había que pasar a la práctica. Perla y los niños se bajaron del auto, colocándose a buen resguardo porque éste estaba en la banquina y el tránsito era fluido.
Cecilia estaba en las preliminares, cuando notó que un auto aminoraba  la marcha y se estacionaba  a pocos metros del suyo; en ese momento pensó que había sufrido una avería y sin levantar la vista, siguió con su trabajo. Todo iba viento en popa cuando escuchó una voz masculina muy cerca de ella, era un hombre joven que le estaba ofreciendo ayuda; sin dudarlo aceptó, tomando la precaución de advertirle que el marido de su amiga y el de ella, viajaban en otro vehículo, pero que se habían adelantado demasiado y no tenían conocimiento de la situación. Luego de agradecerle al joven por el gesto solidario, éste se subió al auto del que había descendido y donde lo esperaba otro hombre al que nunca le vieron la cara.
  Todos estaban cansados, ya era hora de buscar un lugar donde pasar la noche, entraron a una cuidad bastante poblada y comenzaron a buscar un lugar para dormir, llegaron a la plaza principal, grande e iluminada; dieron con un hotel, y también vieron algunos restaurantes cerca del mismo.
Luego de conocer sus habitaciones, tomar un baño reparador, cambiarse las ropas que habían usado durante todo el día, salieron a cenar. Entraron a una casa de comidas llevadas por la buena impresión que les causó la fachada.
Como buenas madres, se dedicaron a atender las necesidades de los niños. Mientras Cecilia leía la carta, Perla hacía un estudio sobre los platos que consumían otros clientes, para descubrir la comida que tenía más demanda; de pronto, su cuerpo se puso rígido, su rostro se desencajó y apenas superó el trance, se acercó  a su  amiga para decirle al oído, que acaba de ver al joven que unas horas antes, había cambiado el neumático del auto. La mentira tiene patas cortas fue lo que dijo a continuación,  sin poder asegurar si habían sido vistas por él, por su compañero de viaje, o por ambos. Restándole importancia al asunto, cenaron tranquilamente.
Todo cambió cuando salieron del restaurante. A pocos pasos del mismo, y con las calles casi desiertas comenzaron a reírse de tal forma, que los niños, sin entender de qué se trataba, las imitaban. Con ese humor, entraron al hotel, el conserje debe haber pensado que estaban pasadas de copas y que los niños reían, para no llorar.
Podría haber hecho el viaje en un solo día, pero entonces no lo hubieran disfrutado como hasta el momento.
Por la mañana, Cecilia salió muy temprano del hotel con la intención de solucionar el tema de la cubierta de auxilio, mientras Perla iba a encargarse de los niños para que estuvieran listos para ir a desayunar. Recorrerían el último tramo del viaje, a mitad del trayecto, se encontrarían con una estación de servicio y un pequeño negocio de comestibles y nada más.
Empezó a recorrer las calles, tratando de encontrar un local de ventas de cubiertas. La mayoría de los negocios, recién comenzaban a levantar sus persianas y algunos propietarios estaban barriendo sus veredas. Ante el temor de alejarse demasiado del centro comercial, decidió acercarse con su auto, a preguntarle a un hombre que estaba parado en una esquina, si podía indicarle dónde comprar un neumático.
¿Cómo explicarles la enorme sorpresa que se llevó, cuando descubrió que aquel desconocido era nada menos que el joven que había cambiado la rueda de su auto?
Lo más extraño fue cuando la invitó a que lo siguiera, porque conocía a unas personas que trabajaban  en ese rubro y podía conseguir un buen descuento por una cubierta nueva. Como ella iba a ir sola aceptó y luego de trabar las puertas y manteniendo una discreta distancia entre el auto del joven y el suyo, hizo el mismo camino, detrás de él.
No tenía la mínima idea en qué parte de la ciudad se encontraba. En eso, su benefactor se detuvo frente a un enorme y elegante local. Un cartel en el frente  del edificio rezaba, NEUMÁTICOS PIRE de José A. Pérez  e Hijos. Casa Fundada en 1899. Entonces, Cecilia vio a un hidalgo caballero que gentilmente la invitaba a ingresar, mientras sostenía una pesada puerta.
Cuando llegó al hotel, luego de saludar a los niños, presurosa le contó a su amiga, lo que acababa de acontecerle, Perla no daba fe a lo que escuchaba.
Al subir al auto, Cecilia les dijo: Salgamos pronto de esta ciudad y cuando lo hagamos, no vuelvan la vista atrás, no vaya a ser que este joven esté esperándonos al final de la calle, para despedirnos.
Una de las cosas que no habían hecho, fue limpiar el auto, pensaban que era una tarea inútil porque el viento que soplaba en la Patagonia, era insistente. Faltando muy pocos kilómetros para llegar a destino, se desató una lluvia, que se encargó incluso de limpiar hasta el guardabarros. Así es que hicieron una impecable y brillante entrada a una de las ciudades más australes del mundo.
Todo depende desde qué punto del universo, se mira al planeta tierra.








jueves, 19 de abril de 2012

A dónde nos conduce este camino?


 UN VIAJE MUY PARTICULAR


Habían recorrido varios kilómetros por un camino sinuoso, sin hallar un cartel, ni una señal, ni siquiera se cruzaron con otros vehículos .Sentían que iban rumbo a lo desconocido y sobre eso hacían bromas. De pronto, después de una cerrada curva, sus rostros cambiaron, quedaron absortos al encontrase casi de frente con una enorme reja y detrás de esta, se alcanzaba a distinguir una gran construcción.
 _   ¡Vaya!, hemos viajado casi sin rumbo  y si tenemos suerte  encontremos a alguien que nos diga dónde estamos_ dijo el conductor.
 Se notaban cansados, ya oscurecía y necesitaban bajar del auto para estirar las piernas, beber algo caliente y dormir un poco.
_ ¿Pero cómo podemos llamar a los dueños de este lugar, si no hay timbre? _preguntó José .Rodolfo, comenzó a mover la pesada reja y ésta, para el asombro de los tres, empezó a ceder._Pero esto no es correcto_ se quejó José. Rodolfo no contestó, nuevamente se subió al auto, lo arrancó y avanzó por el camino interno de la propiedad, dejando detrás de él a sus amigos, que lo miraban asombrados.
_ ¡Vamos, por favor! _ les rogó _debemos dar al menos con una persona que nos atienda y sobre todo, nos diga dónde estamos.
Después de recorrer el tramo que faltaba, los tres  se encontraban en el umbral de la propiedad. La puerta estaba entornada y José insistía en que debían anunciarse de alguna manera. Comenzaron a avanzar sigilosamente llegando al salón principal de la casa. _Hola, ¿hay alguien aquí?_ esas fueron las únicas palabras que resonaron en el recinto; luego un silencio sepulcral. Un enorme ventanal que daba al norte, mostraba el jardín casi a oscuras, sobre la pared que daba al este de donde ellos se encontraban, se alzaba una importante escalera de mármol blanco, hacia el oeste del salón había un pasillo.
_ Pero que sucede aquí_ preguntó Daniel_ ¿es que todos salieron de prisa?_ Eso debe haber ocurrido, de lo contrario, cómo se puede explicar que la puerta estuviera  casi abierta_ contestó Rodolfo._ y agregó _Seguramente van a regresar  pronto, quién va a abandonar una casa sin llevarse estos costosos muebles y objetos o al menos cubrirlos para que no se llenen de polvo_ Decía esto, mientras pasaba un dedo por la tapa de un  piano y señalaba los candelabros que estaban sobre una mesa. Decidieron recorrer todos los rincones de la propiedad, deseando encontrar algún morador. El pasillo los condujo a una enorme cocina comedor. Cuando abrieron las alacenas, estaban vacías; eso si, había agua fría y  caliente._ Encendamos unas velas y vayamos hasta el auto a buscar nuestras pertenencias así podremos abrir unas latas de pescado y verduras y comer algo, tenemos un poco de café y algunas galletas_ dijo Rodolfo.
De regreso, llamaron a los gritos a Daniel que se había quedado solo en la casa, pero éste no respondía, uno de ellos subió de dos en dos los peldaños, en una de las habitaciones pudo ver el cuerpo de su amigo que reposaba sobre una enorme cama. José también se acercó lo miró y sin estar seguro de que hacía lo correcto, lo cubrió con una manta. Salieron de la habitación en silencio._ Es increíble lo que ha sucedido, nada podemos hacer ahora_ Estas palabras las pronunció en voz baja, como temiendo que algún extraño las escuchara.
 José no podía conciliar el sueño, sentía que un frío raro recorría su cuerpo._ Me siento como un niño asustado, esperando que en cualquier momento aparezca un monstruo _ y diciendo esto, se cubrió hasta el cuello_ No entiendo por qué estoy hablando solo_ pero analizando la situación, aceptó que no les había quedado otra alternativa. Deseando que por la mañana todo fuera favorable, finalmente se durmió.
Al día siguiente, el reloj de Daniel sonó como siempre a las siete. Se despertó sobresaltado. A los pies de la cama, en el suelo, estaba su mochila. Buscó a Rodolfo y luego fue a llamar  a José que dormía profundamente en otra habitación.
Bajaron bañados, arreglados y dispuestos a preparar café  
_ Buenos días jóvenes_ los tres miraron impávidos a la anciana que les sonreía. Y antes que estos respondieran, agregó _ Sabíamos que vendrían. _ Señora, nosotros somos unos intrusos_ dijo José preocupado _ Venimos de Córdoba, pero en un tramo del viaje, nos confundimos y tomamos este camino, nos perdimos y por accidente llegamos aquí_ En eso entró un hombre viejo y los saludó _ ¿En qué puedo servirlos? _ les preguntó. Rodolfo tomando la palabra, le pidió al anciano que le indicara el camino a seguir para llegar a la ruta que los conduciría a su destino y también le dijo que necesitaban cargar nafta  ya que no quedaba casi nada en el tanque_ Están muy lejos de sus casas yo voy a solucionarles ese problema ya, diciendo esto, el viejo salió.
José estaba inquieto, quería contarles a sus amigos que sentía un extraño frío, pero se contuvo ante el temor de que ellos no le prestaran atención. Después de todo, estaban a punto de partir.
Luego de desayunar  los tres amigos se acercaron al auto, el anciano les explicó el recorrido que debían hacer y los despidió.
_ ¿Se marcharon?_ preguntó la anciana y el viejo hizo un gesto afirmativo._ Entonces no les dijiste nada_
_ Ya lo van a descubrir _ le contestó el viejo mientras la abrazaba.


sábado, 14 de abril de 2012



LAS LOCAS OCURRENCIAS

¿A  qué juegan los niños cuando van de visitas a la casa de los parientes?
Sin lugar a dudas, depende de muchos factores.
En mi caso, las visitan estaban circunscriptas a la casa de mi abuela; y muy de vez en cuando iba, junto a mi familia o parte de ella, a la casa de los amigos de mis padres.
Mis padres tenían  muchos conocidos, eran personas que estaban relacionadas con sus  vidas. Mantenían trato de amistad desde la juventud, con varios matrimonios.

Creo que me excedí en mi perorata, porque sólo quería contar algo de lo que yo hacía para entretenerme, en las largas y calurosas tardes de verano para divertirme.
Me encantaba leer y en la casa de mi abuela, podía darme ese gusto. Tenía ella una biblioteca enorme: sólo que mis brazos aunque los extendía  todo lo que más podía y previo a haberme puesto de puntas de pié, llegaba a duras penas hasta el segundo estante. Tenía la disparatada idea de que los libros y colecciones que se encontraban más arriba, eran los más importantes y por supuesto, que a medida que yo fuera creciendo en tamaño, también iba a estar más capacitada para comprender sus contenidos. De todas formas, era suficiente con una colección de una revista que tenía la forma de un libro, muy bien encuadernada que no desentonaba con el resto.
Tenía la edad ideal para absorber todo su contenido, sin cuestionar algún artículo. No menciono su nombre, porque todavía se vende y principalmente porque no tiene ese contenido que yo encontraba apasionante, hasta la cantidad de hojas y su calidad ha variado.

¿Cómo es posible que una niña se haya divertido leyendo? ¡Muy buena pregunta!
¿Alguien me la puede contestar?

Confío en que no se lo contarás a nadie.



LAS LOCAS OCURRENCIAS -2-

Bueno, ahora les cuento a qué otra cosa me dedicaba cuando iba a la casa mi abuela.
Por muchos años le alquiló a un médico, una parte de la casa que justamente había sido construida para que funcionara un consultorio, tenía una sala mediana y otro ambiente más grande, con el baño incorporado. Un día, el cartero le entregó a  mi abuela, una caja de cartón envuelta en papel  madera, cuyo destinatario era  el inquilino. Pudo haberse tratado de algún pedido demorado, pero importante, entonces mi abuela la colocó en un mueble, bajo llave.
Yo tenía acceso a esos remedios, porque ella me había indicado el lugar donde estaban guardados. Respecto a su confidencia, les diré que tenía su confianza  depositada en mí por la  sencilla razón  de que me conocía muy bien, tanto que ya sabía que no solamente no sería capaz de probar uno, sino que ni siquiera podía alguien hacerme tragar los remedios que me recetaba el médico que me atendía cuando estaba enferma. Como se usa decir, todo un drama. Aún recuerdo la noche en que mis padres trataban de que tomara un jarabe, usando todo tipo de trucos.
En una de esas siestas, en que el silencio en la casa era una condición y un salvoconducto para poder estar allí; fui directo a buscar esa caja, la cual se acababa de convertir en un botín de guerra. Todo esto, a causa del tiempo transcurrido y la falta de reclamo por parte del destinatario. Tomé entre mis manos la caja, y me encaminé decidida a investigar más minuciosamente el contenido; habían frascos pequeños, algunos con tapa de goma; no tenía la mínima idea para qué se usaban pero para el caso, daba igual. Comencé a mezclar este con el otro y les agregaba agua, luego los batía y así de pronto me sentí una gran científica en ese laboratorio tan improvisado. Recuerdo que tenía una muñeca un poco vieja y desaliñada y le puse en el pelo todo ese maravilloso empaste. Nada le sucedió a ella, ni tampoco a mí por la travesura.
Es probable que  mi abuela  se haya sentido aliviada de terminar con el compromiso que ella sola había adquirido, y su misión de custodia había concluido gracias a mi insólita intervención.

martes, 3 de abril de 2012



MI QUERIDA MAESTRA



Hoy comienzo a escribir estas oraciones  y me siento igual que  en mi primer día de clases. Ese día estaba muy asustada, pero nunca supe el motivo Me sentía muy sola y ese estado me duró mucho tiempo; durante todo el año lectivo permanecí ajena a mis compañeras.
 Sólo recuerdo a mi maestra, era joven, tenía muy buen carácter y mucha paciencia. Posiblemente, por todas esas condiciones que reunía, ese año fue para mi agradable, a pesar de haber asistido a una escuela que no era linda desde el punto de vista de la edificación. El aula era un salón cuadrado, el  piso hecho de listones de madera oscura; el techo, alto. No recuerdo si te tenía una o dos ventanas, que daban a la calle.
El patio grande y soleado. Allí en uno de los recreos, recibíamos la merienda que consistía en una taza de leche y una factura o tortita. Yo la consumía, sin tener apetito y todo para no contradecir a la señora que tan amablemente, me extendía las dos cosas.

Muchos años pasaron, muchas cosas viví, sin embargo, traté de conservar  en mi mente el rostro de mi  primera maestra. Hace algunos  años, caminaba despreocupada, rumbo a mi casa, cuando avanzaba hacia mi, una mujer un poco mayor que yo, me miró dulcemente y nos
 abrazamos  fraternalmente, como si todo ese largo tiempo transcurrido desde que nos habíamos dejado de ver, no hubiera existido.
Y  quiero, en mi fantasía, hacer de ese abrazo, el primer día de clases.